¿Cómo es el proceso?
Cada cardenal recibe una papeleta rectangular. En la parte superior lleva impresa en latín la frase: “Eligo in Summum Pontificem” ("Elijo como Sumo Pontífice"), y en la parte inferior, en blanco, se escribe a mano el nombre del candidato elegido. La boleta se dobla, siguiendo lo dispuesto por la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, documento que regula el cónclave.
Antes de comenzar la votación, todos los presentes que no tienen derecho a voto —como los maestros de ceremonias, el secretario del Colegio Cardenalicio y otros oficiales— deben abandonar la Capilla Sixtina. El cardenal diácono más antiguo cierra las puertas. A partir de ese momento, todo ocurre a puerta cerrada.
Las etapas del proceso
En cada votación, los cardenales pasan al altar de uno en uno. Allí depositan su boleta en una urna (un cáliz cubierto por una bandeja), pronunciando en voz alta una fórmula de juramento:
"Pongo como testigo a Cristo Señor, que me juzgará, que mi voto es para aquel que, según Dios, considero debe ser elegido".
Si algún cardenal está presente pero no puede acercarse al altar por motivos de salud, entrega su boleta a uno de los escrutadores, quien se encarga de llevarla sin repetir el juramento.
¿Y si un cardenal no puede estar en la Capilla?
En esos casos, tres cardenales llamados infirmarii se encargan de llevarle una caja cerrada y boletas. Tras emitir el voto, los infirmarii regresan a la Sixtina y depositan esas boletas junto a las demás.
El conteo de votos
Una vez recolectados todos los votos, tres cardenales designados como escrutadores se encargan del conteo. Primero mezclan los votos en el cáliz, luego cuentan que la cantidad coincida con la de electores. Si no coincide, se destruyen todas las boletas y se repite la votación.
Cuando el número es correcto, los escrutadores leen los nombres en voz alta, y un secretario los anota. Si dos boletas parecen escritas por la misma persona y tienen el mismo nombre, se cuenta solo una; si tienen nombres distintos, ambas se anulan.
Al final, las boletas se ensartan con hilo y se guardan para el archivo.
¿Cuántos votos se necesitan?
Para ser elegido Papa, el candidato debe obtener una mayoría de dos tercios. Con 133 electores, se necesitan al menos 89 votos. Si no se alcanza esta cifra, se sigue votando hasta lograrla. Si pasan tres días sin resultado, se hace una pausa de oración y reflexión. Esta dinámica puede repetirse con nuevos tiempos de oración y exhortación espiritual cada siete rondas adicionales.
La famosa “fumata”
Una vez finalizada cada votación, todas las boletas se queman en una estufa de hierro fundido que data de 1939. Desde 2005, hay una segunda estufa conectada a una chimenea visible en la Plaza de San Pedro. Ahí se agregan productos químicos que tiñen el humo:
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Negro, si no se ha elegido Papa
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Blanco, si hay un nuevo Pontífice
La “Sala de las Lágrimas”
Cuando un cardenal es elegido y acepta el cargo, es guiado a la llamada “Sala de las Lágrimas”, un pequeño espacio contiguo a la Capilla Sixtina donde se viste por primera vez con el atuendo blanco papal. Minutos después, aparecerá en el balcón central de la Basílica de San Pedro para ser presentado al mundo con la tradicional fórmula: “Habemus Papam”.
El cónclave es mucho más que un proceso electoral: es un acto profundamente espiritual, cargado de tradición, discernimiento y oración. Mientras el mundo espera la fumata blanca, millones de fieles rezan por la elección del nuevo Pastor de la Iglesia.